jueves, 26 de julio de 2012
Oh dulce gravedad.
Van pasando las hojas, va llorando el rio. Queriendo la luz atravieza mis ojos y los lastima, pero no, al alma no llega.
Gritos de agonia, gritos salvajes encadenan tu rostro lastimandolo. Cadenas sedientas de sangre y de dolor.
Hoy la cuchilla no soluciona, la sangre no brota como una flor azul del paraiso negro. Las luces iluminan solo tu cuerpo, desnudo, sin excusas ni sociegos. Nada es pactable ya estas en el lugar correcto, no deciendas, no vayas hacia atras. Solo adelante donde te espera la agonia de mis manos ardiendo con sed de encontrarse con tu piel y asi poder arrancarla con el mas seco movimiento.
Tras una ventana te miro, no puedes cambiar el destino. El viento no quiere soplarte. Los rayos no te van a iluminar.
La lluvia que alguna vez te mojo, ahora te quema, te desintegra cada gota porque ya no eres natural, no como ella.
Los idolos son la gravedad y el placer de caer. El rostro del golpe ya esta cerca de la distancia acumulada en tu interior. Cada instande con adrenalina que se lleva lo infantil de tu cerebro. Cada acercamiento al cielo que denuncia lo menos que mereces. Lo insignificante de tu ser. Callendo, lagrimas y lagrimas, se vacian como esa botella que algun dia fue, la importante. Que ahora se encuentra rota y desdichada como la ventana de aquella casa abandonada que alguna vez fue hogar.
Desgarrador es cada latido de tu sangre, el pulso que envenena con cada sonar. Cada minuto que antecede a la llamada del señor de las desdichas, de aquel señor que un dia fue padre y hoy es solo anciano. Cae como un idiota en las vueltas de la vida, cae y le gusta. Oh dulce gravedad.
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