Este fue ese espacio que hoy por hoy tengo, o quisiera, en terapia.
Donde mis palabras salían a borbotones como si mí alma escribiera directamente. Con este blog intentaba hacerme entender, mostrándolo a los que me rodeaban. Y nunca lo logré.
Muchos leían y... Bueno, algunos, decían que era impresionante el modo en que me expresaba. Otros sentían tanto rechazo como si fuera que estuvieran leyendo algo prohibido, algo tabú.
Siempre me gustó poner a las personas en una dicotomía, en un debate consigo mismos. Es lo que esperaba hacer cuando fuera docente, para que mis alumnos aprendieran.
Hoy, que no soy docente, ni tampoco piba, esa actitud es de una mina que es jodida hasta el culo. Y sí, soy jodida. Media histérica, difícil porque me la complico sola, porque mi forma de tratar a los demás es peor conmigo misma. Que si, que tengo que entrar en debate también conmigo.
Hoy por hoy, no me siento tan mal, es más hasta diría que le perdí el gusto al mal estar y la angustia. Que fueron como una droga y un rol muy cómodo para estar.
Hoy sé que soy fuerte, una mina de fierro, que tengo carácter porque la gente de mierda me arrebató y me dejó en la lona un montón de veces, y muchas aguanté porque, ingenua, pensé que esa gente actuaría como yo.
El mundo es cruel, es una realidad. Es injusto.
Y a ningún sistema de orden, sea burocrático o no, le interesa. Algún que otro al que le salpicó la mierda se da cuenta.
Yo siempre quise ayudar, recuerdo que tenía 9 años y era de noche, hacía frío y yo estaba en mi casa con un plato de comida y un techo. Pensaba en la gente que podía estar tirada en el piso frío, sin haber comido, sin reparo del viento. Y me nacía levantar el plato y encarar a la puerta para salir a buscar a esa persona que en mi mente encontraría al salir a la puerta. Me detenía mamá diciéndome que me dejara de comer y que comiera, que no pensara en eso, como si ignorar el dolor del hambre ageno hiciera que no existiera.
Ayudé mucho en la iglesia, enseñé, viví, sufrí. Cuando salí de la iglesia me sentí pérdida, pero acompañada. Mi fe intacta sabe dónde encontrar a mi Dios.
De todos modos, nunca pude ignorar el dolor ageno y dejar de sufrir por ello. Y esto me hizo sentir en desamparo por muchos años.
Es un poco de lo que me sale escribir hoy, por mí.
Porque hallé este blog, lleno de dolor, de heridas que existían y que hoy trabajo desde otro lado.
Quizás vuelva a escribir, y quizás vuelva algún día a estar en paz conmigo. Con todo esto.
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